El choripán más rico de mi vida

Mirá, más allá de que vos seas buen parrillero, los mejores choripanes son los de la Costanera. No, para nada -dijo otro-, no coincido, los mejores son los de la cancha. Y allí empezó la discusión; claro, entremezclada con mordiscos del embutido en cuestión.

En medio de la disputa por el "Chori de Oro", uno de los comensales áportó la siguiente historia para justificar su elección. "Resulta, que después de 14 años de casado, y ya separado, me invitaron a la cancha de Boca (partido por la Libertadores). Antes de entrar a la Bombonera, C. me invitó a comer un chori que, no les miento, abierto era como un churrasco".

"Subiendo los escalones de la tribuna y con el chori a medio comer, comencé a experimentar una sensación de plenitud. En ese momento, llamé a mi "ex" con la excusa de hablar con los chicos y, como quien no quiere la cosa (de pasadita, digamos) le dije que estaba comiendo el mejor chori de mi vida, en libertad, en la cancha de Boca. Y ahí entendí que lo peor ya había pasado, que la vida volvía a tener otro gusto."

Disculpe señora, usted me confunde

Me contaba el amigo E. una historia que una vez le contó su suegra. El relato trataba sobre un pariente de ella muy afecto a "los burros" y a "las yeguas".

Sobre el hombre -llamado C.- recaían diferentes sospechas de su mujer que lo imaginaban engañándola en diferentes ocasiones. Pero la mayor se presentaba cuando C. decía que iba al hipódromo con los muchachos.

Un día, la mujer lo siguió. Y de lejos advirtió que su marido se besaba cariñosamente con una rubia a la que le pasó el brazo para enfilar hacia el templo de los caballos veloces.

Ofendida, pero no sorprendida, la mujer lo esperó pacientemente en la puerta por la cual creía que iba a salir. Y así fue. El hombre apareció enroscado a la rubia.

La mujer lo paró y le dijo "C. ¿qué hacés?", a lo que el hombre rápidamente le respondió "disculpe señora, yo no soy C., usted me confunde".

Dejá que lleve un par de porroncitos

Parado frente a una góndola de cervezas en el supermercado, miraba qué tipo y marca podía llevarme a casa. Mis dudas pasaban por nacionales e importadas, negras o rubias y, claro está, por el precio.

En eso llega un muchacho que también se pone a ver y, seguramente, a pensar en cosas similares. Y cuando él se encontraba en esta etapa, yo ya había comenzado a bajar un par de porroncitos al changuito.

Un par de minutos después una chica se detiene junto a nosotros y le dice al muchacho "gordo, dale, vamos". A lo que el muchacho le responde-implora "dejá que llevo un par, es un gustito". La sentencia de la fémina fue inmediata: "no vinimos al súper a buscar eso, dale, vamos".

El "gordo" (apelativo cariñoso que no se relacionaba con su aspecto físico) me miró, puso cara de "y bueno, qué otra me queda" y se fue detrás de su "amorcito", "bichi" o como la llame.

Debo admitir que durante la escena tuve que reprimir las ganas de decir "dejá que lleve un par; es un gustito, como dice él; mirá que por varias cositas como estas se comienza a pudrir más de una relación". Y bueno, eso paso hace varios años y ya no voy a ese supermercado. Vaya a saber uno cómo anda la parejita.

Si no soy para vos ¿puedo ir con una amiga?

Primera cita, casi a ciegas. El antecedente fueron unos intercambios de email, por parte del caballero, y unas fotografías. La chica se anima a salir, con la promesa de que es sólo una cena, ida y vuelta, por las dudas.

El impacto visual, aunque un poco negativo, fue lo de menos. El problema es cuando el muchacho empezó a abrir la boca y la quiso llevar a cenar a un lugar "copado". Ruta, Pilar, El ShowCenter de Pilar...... La Caballeriza o algo así. ¿Eso un lugar copado?

Segundo problema, el no fuma, ella sí. El prefiere ir a un sector de fumadores, prefiere no tomar vino, prefiere pedir papas fritas...... la conversación va tomando rumbo incierto, cero coincidencia, la música de él es incompatible con la de ella...

La sensación de I. (la amiga que manda esta historia) es "por qué no me quedé en casa". El, no quiere terminar la cita y empieza a pasear con el auto, la hace larga hasta que por fin la lleva a destino.

Al otro día, 12 del mediodía, él le manda un mensaje de texto diciendo que le había escrito un mail. En el mail, se disculpaba por insistir pero quería saber qué le había parecido a ella la salida. Semejante ansiedad terminó por confirmar que hubiera sido mejor quedarse en casa con su perro.

Ante la negativa, el flaco insistió por qué no.... las explicaciones estaban de más, pero él insistía: "te parecí feo? y si no soy para vos, dirías que soy un buen partido para una amiga? porque tengo auto, trabajo, soy joven...." Todo terminó con un silencio eterno.

Te abro la puerta

Un amigo me contaba el otro día, mientras degustábamos un buen asado rociado de vino tinto, que tener auto le permitía mostrar una serie de gestos de caballero que siempre habían causado buena impresión en las señoritas.

Se refería, claro está, a la acción de abrir primero la puerta de la dama antes que la propia; de exhibir un auto que, más allá del año y modelo, luciera pulcro. Y también aclaraba, entre otros detalles, que tenía mucho que ver la forma de conducir.

Como el almuerzo no era de a dos, otro de los amigos de la ronda aportó su punto de vista, teñido a esa altura del partido, de las influencias tintas. F. aclaró que esas ocasiones también servían para revelar la actitud de la dama. Y ejemplificó diciendo que las más "gauchitas", después de abrirles y cerrar su puerta, levantan el seguro de la puerta del conductor para que el hombre no tenga que abrirla desde afuera.

La teoría de F. cayó en forma inmediata por el piso cuendo J., sin contemplación alguna, le dijo: eso no existe cuando tenés un auto con cierre y apertura centralizados de puertas.

Una vez más, y a medida que avanza la tecnología, se pierden pequeños gestos y actitudes que antes formaban parte de guiños muy certeros.

Caballeros sin memoria, pero no tanto

El otro día, en medio de una charla con hombres y mujeres, uno de los participantes tiró la vieja frase "un caballero no tiene memoria", refiriéndose a que nunca se debe recordar -y menos en público- sus experiencias amorosas. Y jamás, dar detalles.

Todos asintieron menos una de las chicas que después de su silencio se explicó que no había que ser tan taxativo. Que los hombres deben ser muy memoriosos y que la memoria debe ser inteligente. Y bla, bla, bla.

Ante los argumentos expuestos, uno de los participantes le dijo que semejante grado de configuración de memoria le parecía mucho, al menos para él. Y después le preguntó por qué pretendía tanto de la memoria de un hombre.

La respuesta fue muy contundente: yo no sé si varios de los hombres con los que salí son tan caballeros pero que no me saluden cuando me ven, me parece demasiado.

Imágenes paganas



Un amigo me comentaba telefónicamente que hay costumbres argentinas que se están perdiendo. Obviamente le pedí detalles y ejemplos que no tardó en aportarme. Me decía que no sólo que las panaderías ya no tenían el horno tradicional y ahora cocinaban esos panes insípidos sino que tampoco entregan, igual que el carnicero y verdulero, los típicos almanaques con gatitos y perritos.

Otra de las costumbres que según él están en retroceso es la de colgar almanaques de mujeres en las gomerías. La causa, según J., se debe a que cada vez más son las mujeres que manejan y que, por lo tanto, de vez en cuando van a la gomería. Entonces, imágenes como esas, podrían incomodarlas.

Más allá que la teoría de mi amigo fuera o no correcta, aporto una foto (tomada el 31 de agosto de 2007) que ofrece un testimonio que podrá generar diferentes sensaciones -nostalgia, asco, ternura, vergüenza- pero que a mí, particularmente, me genera la nostalgia de recordar lugares que alguna vez recorrí y hoy volví a encontrar. ¿Será porque hace tiempo que no pinchaba?

Un príncipe y un pony

La misma amiga de "Me hice pasar por cabaretera" nos cuenta cómo su ex novio pretendió reconquistarla utilizando toda la cretividad disponible.

Av. Patricios y Suárez (barrio porteño de La Boca), viernes alrededor de las 9 de la noche. Talán, talín (suena el portero eléctrico)y L. sintoniza el canal de video que muestra la puerta de su edificio. Como la imagen no es muy nítida, se acerca a la pantalla y ve algo que se parece a un travesti tironeando de una correa que, en su extremo, arrastra a un caballito.

L. atiende por el portero eléctrico y el anteriormente considerado travesti le comenta que se trata de un príncipe que trae una poesía y un ramo de rosas de parte de D. La chica le dice que no baja de ninguna manera. El príncipe le insiste, la corre por el lado de "flaca, soy un laburante que me gano la vida de esto" y la convence.

Al llegar a la puerta se encuentra con un hombre muy mayor, con calzas azules ajustadas, chaqueta con brillantes y una ordinaria peluca rubia. Pero como si esto fuera poco, el tipo está acompañado por un pony mugroso y pachorriento.

A todo esto, la escena ya no era privada. Varios deliverys que habían concurrido por diferentes necesidades al edificio (de 72 departamentos, lo que se dice un palomar) funcionaban como espectadores de la comedia que culminó con el recitado del poema que había escrito D.

Lo peor, cuenta L., es que D. la llamó para preguntarle si le había gustado la sorpresa, le comentó cuánto había gastado y le confesó que había elegido al príncipe más viejo por temor a que ella pudiera enamorarse del emisario. Y a partir de allí no hablaron nunca más

El engaño que terminó en vergüenza

Un amigo me acercó está historia que, a su vez, a él se la contó su madre. La anécdota transcurrió hace muchos años en el barrio porteño de Boedo (en la inmediaciones de Pavón y Maza) y relata la acción de un marido engañado.

El hombre llega a su casa y descubre a su mujer compartiendo cama e instintos con un tipo. Despechado, busca el revólver, encañona a los amantes y les advierte que si no se quedan como Dios los trajo al mundo, él los manda al infierno.

Con el "fierro" en la mano y la parejita en la cama, el engañado comenzó a llamar a los gritos a su vecina. Cuando llegó la señora, le pidió que presenciara el cuadro de adulterio y además la conminó a convocar a otros vecinos de la cuadra para que hicieran lo mismo.

Después de que los vecinos desfilaran por el dormitorio de "la chanchada", el "corneado" envolvió a los "puercos" en una sábana y los llevó caminando a la comisaria. Allí, entre pitos y barrotes, los terminaron de abotonar.

Me hice pasar por cabaretera

Una amiga, que le revisaba los mails a su novio, se enteró de la infidelidad del muchacho con una "mujer de la noche" y decidió darle un terrible ciberescarmiento.

"Después de leer los mails que se mandaba con una cabaretera (en los que no se ahorraban detalles lujuriosos) decidí abrir una cuenta de correo electrónico similar a la que usaba la mujer, pero de otro proveedor de webmail.

"Simulando ser la `atorranta` y convirtiendo mi odio en creatividad, comencé a escribir haciéndole una serie de propuestas que, como mínimo, implicaban saltos desde el armario y sábanas en llamas."

"El mail finalizaba con la frase `llamame al 4xxx-xxxx`, mi propio número de teléfono (no el del gato). Y también incluía la posdata: `H. de P., devolveme todos los libros que te llevaste`."

Respeto tu independencia, pagá tu parte

La misma amiga que me contó la historia Mañana vengo por más, volvió a insistir con otro relato en el que quisieron aprovecharse de ella.

Esta vez, un tipo la invitó a tomar un café en un bar de Av. Corrientes (la chica es reincidente con la zona) y, ya sentados en la mesa, comenzaron a notarse diferencias de estilos entre ellos. Mientras el muchacho se horrorizaba de que L. viviese sola y fuera tan independiente a pesar de su corta edad (23), ella no entendía como "semejante" hombre de 29 años todavía siguiese en la casa de sus padres.

Con pocos ganas de seguir compartiendo temas (y desilusiones sobre la otra persona), decidieron pedir la cuenta. Y allí fue cuando el muchacho pretendió rematar el encuentro con la frase: "para que veas que respeto tu independencia, dejo que pagues tu parte".

Ante semejante acto de estupidez, L. (fiel a su estilo) se levantó de la silla y, antes de enfilar para la puerta, dejó sobre la mesa una cantidad de billetes suficientes para pagar la cuenta completa. Después de todo, con un tipo así no había nada que compartir y menos que agradecer.

Dos razones para no olvidarla

Hablando con un amigo por MSN, me cuenta una situación que, palabras más o menos, nos pasó o puede pasar a más de uno. A continuación, va la transcripción de la charla.

F dice:
Tengo una módica para "melocontounamigo". Hoy fui a un evento y se me acerca una chica, que no conocía, de la empresa organizadora. En realidad sí la conocía pero no recordaba de dónde. Porque soy medio lerdo para reconocer caras. Pero esa delantera.... en fin, era inolvidable.

F dice:
Entonces le digo "yo a vos te conozco". Y ella me dice "mmmm que sí", "mmmm que puede ser". Finalmente resultó ser de la Facultad

F dice:
"uuuuhhhhh yo era una niña en esa época (la de la facultad)" "¿como me reconociste?". Te imaginás que no le podía decir que en esa época se jugaba el mundial de Estados Unidos y cuando la veía venir me acordaba de Caniggia y Batistuta.

F dice:
Obviamente le mentí y dije que recordaba su cara. No podía decirle, trece años después, las otras dos razones para no olvidarla.

Mañana vengo por más

Una vez me enganché a un actor que trabajaba en barsucho de la Avenida Corrientes. Durante dos semanas el hombre no intentó ninguna historia de alcoba. Recién al tercer sábado fuimos a un refugio de amantes. Era en la zona de Once y costaba 15 pesos.

A los 5 minutos de haber entrado el actor terminó rápidamente con su función y, acto seguido, comenzó a gemir de dolor pero acusando un dolor de muelas. O sea, se bajó el telón, me quedé con la obra inconclusa y terminé acompañándolo a un servicio de urgencia odontológica.

Finalmente, y como nunca tenía un mango o le faltaba alguna moneda, le tuve que prestar 70 pesos para los remedios. Me lo agradeció y prometió volver para darme lo que me correspondía (la plata, claro; de lo otro ya no tenía ilusiones). Demás está decir que nunca apareció.

En el verano, caminando por la San Martín de Mar del Plata, lo encontré haciendo una función callejera. Llegado el entreacto le dije: "dame lo que me debés o empiezo a gritar". "Mirá, ahora no tengo", me respondió. Ahí me enfurecí y le contesté: "bueno, entonces dame todo lo que tenés en la gorra" (treinta y pico de pesos) y mañana vengo por más". Cosa que nunca hice porque ya no hacía falta.

Yo te banco, Mariano Martínez

Ofuscado por el quilombo de mujeres en el que se encuentra metido Mariano Martínez (ver Minutouno.com), un amigo me acercó las siguientes reflexiones:

- Lo banco a Mariano Martínez.
- Me encantaría tener esos problemas.
- Después de abrevar en semejantes oasis, no me importa que me acusen de "poco hombre".
- Es más, con esos manjares en la historia, quedarían pocas mujeres por mirar y entonces...
- Quiero anotarme en su club de fans. Total, con "rascar el fondo de olla" de lo que deja el pibe, no paso hambre durante meses.

N. de la R.: hay otros que también no se privaron de manifestar su aguante a Sergio Denis. Ver sergiotebanco.blogspot.com

El sueño del pibe



En esta entrevista, Eugenia Ritó cuenta que una vez le regaló una de sus bombachas al chico del delivery.

Habrá que verificar si aquel motociclista que se llevó puesto un colectivo, y que en vez de casco llevaba una tanguita como vincha, no era el mismo al que hacía referencia la vedette.

¿Hay que dejarlas pasar primero?

Hace tiempo que vengo filosofando acerca de "dejar pasar o no a las mujeres primero", ya sea en un transporte público o en un fila. Tamaña reflexión llega después de una educación orientada hacia los gestos de caballero pero con muchas experiencias mal agradecidas.

Cuando hablo de mal agradecidas me refiero a que interpreto que un "gesto de caballero" debe ser respondido con un "gesto de gentileza". Porque no se trata de un derecho adquirido de la mujer, porque no hay ningún cartel en la parada del colectivo o en las colas que diga "primero las mujeres". Porque por ahora no estoy dispuesto al abandono de mi condición de caballero. Pero por otra parte no quiero que me traten como a un poste.

Entonces, con esta carga sobre mi psiquis me sigo haciendo la misma pregunta: ¿Hay que dejarlas pasar primero? Por favor, hombres y mujeres, arrimen sus respuestas.

No sabía dónde meterse

"Che, ¡que cara que tenés! ¡estás hecho pelota!", le dije a mi compañero de clase. El pibe, sin abandonar su imagen de filtrado, dejó escapar una sonrisa y a continuación comenzó a describir un fin de semana de lujuria con su chica. No se le escapaban detalles, lugares, figuras y hasta comentarios de lencería.

Ya confidente de sus hazañas, W. me mantenía al tanto de sus actividades. Recreos y clases tediosas eran el momento adecuado para ese fin. Siempre había algo nuevo pero la chica seguía siendo la misma.

Tiempo después, voy al cumpleaños de una compañera de trabajo. Llegó hasta su casa, toco el portero eléctrico, subo hasta su departamento y cuando me abren la puerta casi se me caen las botellas de cerveza que había comprado en lo del chino.

Jamás imaginé que W. iba a abrirme la puerta. Y nunca pensé que la chica de la cual él me había descripto hasta sus caries era mi compañera de trabajo. Pobre W., no sabía dónde meterse

Parada en la parada

Conocí a un tipo por chat. Quedamos en encontrarnos por Avenida Corrientes. Y así fue. Pero lo que no fue es lo que yo esperaba de él. Si bien no me lo imaginaba como un Adonis, lo peor de todo es que nunca lo había pensado como un plomazo.

Después de aguantarlo durante la cena, y mientras tomábamos el café, le dije que quería irme a mi casa y que lo acompañaba a tomar el colectivo (sí, yo lo acompañaba a él) porque tenía pensado irme en taxi sola.

Cuando estábamos en la parada el tipo terminó de mostrar toda su estampa. Ni bien apareció el 24, levantó la mano, me dejó un beso en la mejilla y, mientras se agarraba del pasamanos, dijo "¡hablamos...!". Y yo me quedé sola como una... esperando el taxi y tal vez, el día de mañana, a un caballero.

Te acabás de comer a Jorge

Chicos, ingénuos, prácticamente recién iniciados a la vida fuera de sus padres. Noche, juerga y con alcohol en sangre suficiente para hacerle una transfusión al auto en el que viajan.

Ponen rumbo a la calle Godoy Cruz, en sus cabezas se cruzan mil fantasías apabulladas por el humor fácil y las risotadas. Llegan a destino. Se bajan todos del auto menos uno: Raúl.

Y mientras casi todos descendían, otra figura de cabello largo y cartera en mano se sentaba en el lugar del acompañante. De lejos, se lo seguía viendo a Raúl con las manos en el volante. De su acompañante sólo se adivinaban movimientos parecidos a los de quien busca algo en el piso del auto.

Sirenas, luces azules: patrullero. Los policías descienden rápidamente y uno de ellos golpea la ventanilla del auto de Raúl y pide documentos. Después de examinar sus identidades, el sargento dice: "Raúl, te acabás de comer a Jorge".

Cinco Minutos Más (minibar)



Andrés Calamaro presenta su nuevo disco en una fecha -el 11 de septiembre- que hace honor a una de sus profesiones: la de maestro. Quién de nosotros no se sintió comprendido y acompañado por la alquimia exacta de sus letras -casi siempre perdedoras y tangueras- y su música ganadora y balsámica. Arriba, en el video, va el primer corte de su próxima obra "La Lengua Popular". Buenísimo!!!

Y los hombres dónde están

Qué difícil que es para las mujeres, al menos, encontrar con quien divertirnos, disfrutar y por qué no enamorarnos, pasados los treinta y con una primera vuelta en el haber!!! Al respecto, hace un tiempo atrás, me contó una amiga, que una amiga suya le contó que…

Luego de muchos años de una pareja demasiado pareja ya para su gusto, tomó la decisión de virar el rumbo en su vida, y de pronto se encontró sola de nuevo. Y de golpe descubrió que el tiempo del fin se semana era demasiado largo, y que todo el mundo siempre tenía algo que hacer, y que la mayoría de sus amigas o estaban en pareja o tenían hijos, así que encontrar con quien salir de noche era toda una tema…

Y probó salir sola cuando no había plan armado, y experimentó en soledad teatro y cena en uno de los bares de Corrientes, y verificó que eso era deprimente…, y se descubrió yendo a cuanta reunión o fiesta la invitaran para “circular”, eso sí, cuando no se colgaba chateando hasta la madrugada con variedad de extraños personajes, pocas veces interesantes…

En fin, en esa estaba, cuando una noche fue a una fiesta y descubrió que los códigos habían cambiado, o que tal vez ya no recordaba como eran, y se encontró dándole el teléfono a un espécimen que no le interesaba en absoluto, sólo por el hecho de no haber sabido maniobrar la situación a tiempo… por suerte además de aparatoso, oía mal y ella se dio cuenta que anotó un teléfono equivocado.

También probó ir a clases de tango, teatro, cursos de cuanta cosa se enterara, conocer primos o amigos separados, recién separados (pertenecen a otra categoría, ustedes saben de qué hablo), solteros - a los viudos se resistió porque le daba impresión-, de la compañera de trabajo, de la prima de una amiga. Y probó quedarse en casa y comer chocolate y ver varias pelis y pensar que lo más importante no es la pareja, y y y…

Tiempo después, y algo más relajada al respecto, ya se sentía dueña de su vida nuevamente, e iba y venía de aquí para allá y de allá para aquí, cuando conoció a un extraño personaje, difícil de describir. Encantador, divertido, con pinta de “bon vivant” y mucho carisma. Y ahí comenzó otra etapa, eso sí, el muchacho en cuestión, venía con lesiones a cuesta de las que convocan la mayor de las ternuras y sed de reivindicación femenina, y ya no creía en nada, y mucho menos en nadie… ¿Que pasó luego? Eso es otra historia.

El test de "Las Toninas"

Después de haber dejado boca abajo varias botellas de Merlot, y con la lengua pidiendo lubricación ante la sequedad del tanino, F. comenzó a esbozar una teoría tan discutible como amena. El tipo separaba a las mujeres en aquellas con las que se podía pasar un fin de semana en "Las Toninas" y las que no.

Cuando se le pidió explicación por el parámetro de clasificación, argumentó: "como en es un balneario típico para descansar, sin noche y sin joda, lo único que podés coordinar es un tour completo por las sábanas, haciendo algunas paradas para comer, dormir y sacarte un par de fotos en la playa".

"Entonces -siguió F.- las únicas mujeres que pueden pasar esa prueba son aquellas que están muy bien, son gauchitas, no son propensas a los dolores de cabeza y, muy importante, no son de aturdirte".

Ante las caras sorprendidas de los interlocutores, F. explicó que no quería extenderse con las primeras características porque son de público conocimiento pero, respecto a la última dijo "es que si es una de esas charlatanas mandonas la bajo en la primera estación de servicio que encuentro en la Ruta 2". "Lo juro", insistió, "no llego ni al Atalaya".

La habilidad del mago

El otro día escuchaba a mis compañeras de trabajo hablando sobre el tamaño del colgante de Carlitos Nair Menem. Al principio medio que me quedé con la boca abierta (y aclaro que no fue de deseo) ante semejantes expresiones. Después entendí que todo formaba parte de una fantasía similar a la de los hombres respecto a otras partes de la geografía femenina.

En el medio de las exclamaciones de las chicas, y de las búsquedas que realizaban en YouTube y VXV.com (para ver si encontraban documentos fidedignos sobre la anaconda formoseña), uno de los hombrecitos del grupo se acercó y descerrajó la siguiente parábola: "la importancia no está en el tamaño del conejo ni de la galera, sino en la habilidad del mago".

Ante semejante afirmación no tardaron las que se tardaron menos en acusarlo, primero de "chizito" y después de cualquier cosa, obviamente alejada de lo que ellas consideran un macho extralarge.

El pobre pibe decidió callar. Otra no le quedaba. Ya no quería pasar por envidioso, poco dotado y resentido. Y tampoco era cuestión de pedirle al conejo que hablara por él.

Gracias, Julio Iglesias

Una vez me siento en el auto de un amigo y éste me pide que le pase una cosa de la guantera. Para mi sorpresa, cuando la abro aparecen diferentes cassettes con música muy ecléctica para su perfil.

Más allá de los discos que yo sabía que le gustaban, encontré Kenny G., José Luis Perales, Julio Iglesias y otras variedades ubicadas en las antípodas de sus preferencias. ¿Y esto, para que lo tenés?, le dije.

El tipo, muy tranquilo y sin vergüenza, me dijo "¿sabés lo que pasa?, uno nunca sabe con quién puede salir y qué cosa le gusta; por eso yo llevo de todo". Y era verdad, la guantera del Dodge 1500 no le hacía asco a nada.

A partir de esa anécdota, años después y con banda ancha, me dediqué a emular a mi amigo y comencé a buscar en Internet música parecida. Aseguro que esta tarea rinde sus frutos y proporciona muy buenos resultados.

Por eso, Gracias Julio Iglesias, José Luis Perales, Sergio Denis y otros cantantes tan vilipendiados por el progresismo cultural argentino. Las mujeres que gustan de sus canciones, se tiernizan mejor con ustedes que con Frank Zappa, REM, Megadeth y otros.

Un Cacho de sabiduría



Uno de los máximos gurúes de la raza "hombre" argentina aporta claves y consejos que vale la pena tener en cuenta. Destaca a los atorrantes, tiene un buen recuerdo de sus suegras y se distingue de Sandro.

Los 11 jugadores del recién separado

Cualquier separación es dura. Y complicado también es armarse nuevamente una covacha donde vivir. Entonces, para pasar el chubasco y emprender un nuevo viaje, J. C. nos arrima unas máximas que experimentó en carne propia y le dieron buenos resultados.

1 - Hacer un inventario completo de vajilla, utensilios de cocina, ropa de cama y adminículos de limpieza (o sea, esas cosas a las que nunca le dimos pelota)
2 - Armar una lista para el supermercado en la que no falten los anteriores elementos y: varias botellas de vino y cerveza, café, te, leche en polvo, azúcar, edulcorante, hepatalgina, aspirinas, digestivos, varias botellas de vino y cerveza, queso, salamines, rollo de cocina (que sirve para cualquier cosa) sacacorcho, destapador de botellas y de latas, fideos, queso rallado, arroz, varias botellas de vino y cerveza. También un par de botellas de Coca y un Fernet. Ah, y un buen tubo de escocés.
3 - Conseguir una guía barrial en la que figuren la mayor cantidad de "deliverys" de la zona.
4 - Ubicar un "laverrap" que quede lo más cerca posible y que entregue la ropa planchada.
5 - Averiguar por alguna señora de confianza que pueda encargarse de la limpieza.
6 - Anotarse en un videoclub.
7 - Suscribirse a los partidos codificados (total ahora nadie va a tirar la bronca)
8 - Munirse de una buena colección de discos tangos y de Andrés Calamaro para matar penas.
9 - Guardar en Favoritos una lista de sitios especializados en acompañantes.
10 - Actualizar contactos de ex-parejas (llamar y apelar al viejo verso de "tengo las alitas quebradas")
11 - Anotarse en algún gimnasio o salir a correr para bajar los rollos que se acumularon mientras se estaba "fuera de catálogo".

Entre Cif y sahumerios

Cuando vamos a jugar el primer partido de local (o sea, invitamos a una chica a nuestra casa por primera vez) hay que preparar muy bien el campo de juego. Para esta actividad, C. nos aporta el siguiente consejo.

"Lo primero que hago es revisar si tengo sahumerios (de los buenos) y Cif (el limpiador cremoso). En caso de no tenerlos, me mando para algún supermercado para comprarlos."

"Una vez que cuento con estos dos elementos, me voy para el baño, destapo el Cif y empiezo a fregar el inodoro, el bidet, la pileta y la ducha. Pero todo muy a full. Y como si esto fuera poco, le doy con el cepillo de las uñas a las uniones de las cerámicas para que no quede ni una sola manchita."

"La mujer tiene que entrar al baño y sentirse como si estuviera en un quirófano. Todo tiene que estar pefecto, todo tiene que oler bien. Es más, hay que invertir unos mangos más y comprar un desodorante de esos que se cuelgan en el costado interior del inodoro (o mejor los azules que se meten en el depósito). Porque en lo que más se detienen las mujeres es en el baño."

"Demás está decir que hay que reemplazar la toalla, poner un jabón nuevo (y tirar esos cachitos inasibles) y descolgar cualquier calzón de la ducha."

"Mientras se realizan estas tareas, que pueden llegar a durar una hora y media, se recomienda prender un par de sahumerios -en diferentes lugares de la casa- para sacar el olor a pesebre característico de un departamento masculino."

"Atención: se recomienda que los sahumerios estén apagados cuando la fémina haga su llegada al campo de juego. Porque no es cuestión de que parezca que todo fue hecho en su honor y para nuestro ulterior provecho."

"Prometo seguir mandando más de estos consejos hogareños"

Me pasó el teléfono, cuándo la llamo

Me acuerdo de esa noche de domingo. Estábamos en la casa de A. cuando G. nos contó que ese día, a la madrugada, había conocido a una chica que le pasó el teléfono. Hasta acá todo bien.

La discusión comenzó cuando el amigo preguntó: ¿cuándo la llamo? Ahí se armó el bardo. Varías teorías cruzaban la mesa mientras se picaban salamines, quesos y aceitunas.

Por un lado estaban los defensores de "llamala el jueves para salir el viernes". "No sea cosa que sea un plomo y que si la ves el próximo sábado te arruine el fin de semana".

Desde otro rincón, y después de un buen sorbo de cerveza, J. mandó "no la llames el miércoles porque si arreglás para el jueves te perdés la posibilidad de ir sólo al happy hour".

Los tiempos se iban acortando. Y S. no tuvo problemas en tirar: "llamala el martes, para salir el miércoles al cine que cuesta menos". Ahí fue cuando se escucharon los peores reproches y puteadas.

Finalmente volvió a intervenir uno de los defensores de "llamala el jueves" para cambiar su posición a "llamala el lunes". La idea del muchacho se sostenía en el principio de que las minas siempre piensan que los hombres son unos muertos de hambre. Y en vez de perder tiempo en refutar esa teoría hay que aprovechar las ganas que tienen las minas de que las llamen cuanto antes.

Y así fue, la llamó el lunes y acertó.

En la cuarta hay que parar

Botella de vino mediante, C. me contó que había comenzado una relación con una chica nueva. El tipo estaba como loco. Y no es para menos, había estado con ella la noche anterior y, a instancias de él, no tuvieron sexo esa noche.

Ante semejante comentario no se hicieron esperar mi obvias preguntas: ¿estabas cansado?, ¿la cosa no andaba?, ¿la mina no te va más?. C. me paró a la tercera y me dijo "no, nada que ver". Carcajada mediante soltó un "tranquilo, todo está orden y se trata de una nueva estrategia que vengo experimentando".

Ahí terminé de servir el culito de tinto que quedaba y lo miré esperando la historia. "Resulta que después de la tercera vez que tenés algo con ella hay que pisar el freno. La idea es mostrarle que no la querés para eso. Entonces te quedás charlando hasta tarde y le das mucho lugar a que te cuente lo que quiera. Vos tenés que concentrarte en prestarle atención (si podés)y en que no te traicione el socio `piel roja´".

"Le hacés café, ponés buena música, rematás algún alcohol y te limitás a algún que otro mimo "desinteresado". Después, la invitás a dormir y listo."

"Te aseguro que al otro día, la mina va a pensar lo que vos quisiste que pensara. Pero para rematar, y antes que te diga algo, tenés que decirle: que buena que estuvo la noche de ayer, me moría por abrazarte, pero no podía dejar de escucharte."

"Y ahí te garantizo que si no viene el mañanero, a la noche solamente tenés que agarrarte de los barrotes de la cama para no volarte."

Nueva y ciber invasión femenina

Quedaron atrás aquellas épocas en las que las mujeres marcaban terreno en la casa de su "chico" instalando el cepillo de dientes o colgando una bombacha de la ducha. Ahora, si bien pueden seguir con esas costumbres internalizadas ya desde el vientre materno, vienen por más.

Resulta que un amigo me contó que su chica, no satisfecha con haber hecho una cabecera de playa que incluía la apropiación de remeras del chico como camisón, un día le hizo el siguiente planteo.

"¿No me hacés el favor de configurar mi cuenta de mail en tu Outlook así no tengo que andar chequeando mi correo desde el webmail?"

El tipo, sorprendido ante semejante invasión pero débil como macho que que es, va hasta el menú Herramientas del Outlook y comienza con la tarea solicitada. Pobrecito, no sabe lo que le espera.

A partir de ese momento pasará menos tiempo frente a su computadora, ya que la chica gozará de la PC y le pedirá que, mientras tanto, vaya preparando la cena.

Hombres decididos

¿Cuál es la diferencia entre un macho decidido y un energúmeno déspota? La línea es muy delgada y las mujeres son jueces inteligentes e implacables.
¿A qué mujer le gusta un hombre timorato o con poco poder de decisión?. Seguramente a muy pocas. La imagen de hombre siempre estuvo asociada a un macho cazador que se lanza decididamente a sus presas, casi sin pensarlo, por instinto.

Esa característica, que seguramente cambió en la actualidad, se mantiene como un estereotipo del hombre. Y esa misma condición que le puede dar una imagen varonil otras veces lo convierte en un ser despótico que pretende hacer siempre lo que quiere. Entonces ¿hasta que punto debe llegar el poder de decisión del hombre? ¿Cuál es la medida máxima aconsejada para que no se convierta en un tirano de entrecasa?

Para intentar una respuesta a esas preguntas, podríaa analizarse al jurado que diariamente determina de qué lado de la línea de decisión está el hombre: las mujeres.

Por un lado están las féminas que deciden poco o que al menos optan por decidir que no deciden. Se trata de mujeres que toman la decisión conciente o inconciente de estar cerca de hombres decididos.

Por otra parte se encuentran las que deciden mucho. Son mujeres muy ejecutivas, acostumbradas a tomar decisiones diarias importantes. A ellas les costaría mucho admirar a una pareja con poco nivel de decisión. Es más, casi ni posarían sus ojos en hombres con imagen de apocados. Y si llegaran a establecer una relación con alguien así, pronto pondrían el grito en el cielo.

Después de este análisis demasiado breve, se puede inferir que la mayoría de las mujeres prefieren los hombres decididos. Sólo falta determinar el punto de equilibrio. Y para ir a un ejemplo concreto bien vale una experiencia.

Un amigo entra al cine con una señorita de esas acostumbradas a decidir. Ni bien ingresan en la sala se paran en la mitad del pasillo y advierten dos posibles ubicaciones para sentarse. Una de ellas un poco adelante y la otra un poco atrás. El hombre entonces le pregunta a la mujer: ¿cuál preferís? La respuesta de la mujer no se hace esperar y dice "elegí vos".

Seguramente el hombre sabía muy claramente en qué lugar se ubicaría si fuera solo al cine pero, acompañado por una mujer, la consultó para satisfacerla. En cambio, la mujer decide no decidir. ¿Por qué lo hace? ¿Quiere probar si el hombre tiene capacidad de decisión? ¿Ya descartó que sea un déspota autoritario porque la consultó? ¿Confía en el criterio de su acompañante?

El hombre, futbolero de alma, sabe que la mujer le está haciendo un amague. Entonces, la mira a los ojos, lee la jugada e inmediatamente le dice, con vos firme y segura, "vamos ahí". La señorita asiente la determinación, se sienta muy relajada en el lugar decidido por el hombre y le confiesa que ese sitio era su preferido.

Si bien las posibilidades eran dos y el margen de error era del 50 por ciento, el hombre fue muy certero. Sólo le bastó con advertir en que lugar detenía la vista la mujer cuando él la consultaba.

Entonces, el éxito de la decisión del macho, y la respuesta a las preguntas que indagaban sobre el límite entre una persona decidida y un déspota, está en que los hombres decidan siempre,... siempre y cuando decidan lo que ellas hubieran elegido.

Amor Pirata



Sí, es aquella canción del "Peace" Martínez interpretada por un tal Willy Gonzales, al cual no tengo el gusto de conocer.

La historia de la canción da para más de un recuerdo y muchísimas anécdotas. Contá la tuya o la de tu amigo/a.

Los horarios críticos

Agotadoras jornadas laborales sumadas a tediosas rutinas diarias pueden conformar un cóctel explosivo para cualquier pareja. Antes de que las esquirlas puedan dañar a cualquiera de sus integrantes (y por qué no a ambos) sería bueno tomar algunas precauciones teniendo en cuenta las franjas horarias más críticas.

Conversando con un amigo que se encontraba en medio de la trinchera de combate descripta, desarollamos el siguiente pseudo-estudio.

Generalmente, en una pareja de clase media trabajadora la grilla semanal horaria podría llegar a armarse de la siguiente manera: de 7 a 8 de la mañana, aseo y desayuno y traslado de los chicos al colegio. En esa franja pueden suceder situaciones de conflicto referidas a quién usa el baño primero o se puede escuchar el "dale, apurate que llego tarde", "tengo que estar antes en el trabajo, llevá vos a los chicos al colegio", "hoy no te llevo en auto porque voy para otro lado" o cualquier otra cosa por el estilo que ante el mínimo toque de diana levanta a la tropa para el combate.

Después vendrá el viaje hasta el empleo y la permanencia, en ese lugar, hasta la vuelta a casa. Esto supone, como decía el general Perón en sus "veinte verdades", que la gente va de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. De ser así, alrededor de las 7 y media u 8 de la noche ya están en su casa. Puede pasar que alguno de los dos llegue antes de esa hora. Pero a los efectos de esta nota tomaremos en cuenta el horario de encuentro entre ambos: alrededor de las 8 de la noche. La cosa es que prácticamente entre 9 a 10 horas la pareja no mantiene contacto, salvo algún que otro llamado telefónico.

El contacto se retomará seguramente a partir de las 8 de la noche. Y de 8 a 9 de la noche la pareja se prepara para cenar intentando dejar en orden todos los aspectos posibles para poder disfrutar de una comida en paz. Pero esto no siempre ocurre. Tal vez porque la mujer, cansada de su jornada laboral, está corriendo de un lado para otro de la casa bañando a los chicos, intentando que terminen de una vez por todas los deberes, yendo a comprar algo que faltaba para la cena, hablando por teléfono con algún familiar o con la madre de un compañerito de su hijo para pedirle los deberes o intercambiando experiencias de vida con alguna amiga.

Cuando el hombre llega del trabajo tal vez le comience a contar a su mujer tal o cual problema laboral, mientras ella también intenta compartirle el suyo, descargando los dos, toda la bronca del dia laboral.

Otra alternativa es que el tipo llegue a su casa y, después de viajar como rés en un tranporte público, quiere sentarse 5 minutos para tomar algo mientras mira un noticiero. Entonces ese es el momento justo para que la mujer le diga: "¿no me podés dar una manito?". "Esperá un cachito que estoy cansado", responde el varón. La mecha ya está prendida, sólo bastará un breve lapso de tiempo para que la carga detone. Después de la explosión, obviamente, se recalentará la cena y se enfriará la cama, generando un círculo vicioso que nublará la mañana y predispondrá mal para el resto del día.

Después de este análisis, en el que muchos se podrán ver reflejados, horas más o menos y con situaciones levemente o exactamente parecidas, se puede llegar a la siguiente conclusión: las hipótesis de conflicto de una pareja puede resumirse a pocas horas semanales. Sí exactamente, el cálculo puede dar alrededor de 10 horas, sobre las 120 que componen la semana.

Y esas 10 horas semanales, que representan menos del 10 por ciento del total, pueden convertirse en las manzanas podridas del cajón.

Algunos, ya a esta altura de la nota estará esperando un consejo, una soga o como le llamen. Se podrían intentar muchas alternativas pero seguramente cada uno de los lectores sabrá buscar la que mejor se adapte a sus necesidades. Sólo deben tener en cuenta que su clima semanal depende, en gran medida, de una franja horaria de 10 horas extremadamente peligrosas.

Ante el stress semanal que puede desgastar los cimientos de una pareja, a modo de prevención podría establecerse un cuadro de "horarios calientes" para evitar conflictos. El cuadro resume a prácticamente 10 horas semanales (de lunes a viernes), sobre 120 totales, las principales hipótesis de conflictos de una pareja. Cuidando muy bien esas 10 horas se podrían evitar una gran cantidad de peleas cotidianas absurdas.

Necesidad del blog

Aburrido ya de la reiterada pregunta "¿y eso te pasó a vos?". Y cansado de tener que dar siempre la misma respuesta, "me lo contó un amigo", es que decidí abrir este espacio que me sirve para tener la excusa perfecta y documentada.

Ahora puedo decir lo mismo que antes pero, como estamos en la era de Internet, nada mejor que adjudicarle la historia a un blog clandestino y de dudosa veracidad.

También puedo nutrirme de historias, como la tuya, que gozarán de total privacidad y no admitirán apellidos. Sólo publicaré la inicial del nombre propio.

Por eso, manden historias (melocontounamigo@gmail.com) y utilicen este espacio como un lugar anónimo de blanqueo. Total, después sólo hay que decir: "lo leí en melocontounamigo.blogspot.com"