Una vez me enganché a un actor que trabajaba en barsucho de la Avenida Corrientes. Durante dos semanas el hombre no intentó ninguna historia de alcoba. Recién al tercer sábado fuimos a un refugio de amantes. Era en la zona de Once y costaba 15 pesos.
A los 5 minutos de haber entrado el actor terminó rápidamente con su función y, acto seguido, comenzó a gemir de dolor pero acusando un dolor de muelas. O sea, se bajó el telón, me quedé con la obra inconclusa y terminé acompañándolo a un servicio de urgencia odontológica.
Finalmente, y como nunca tenía un mango o le faltaba alguna moneda, le tuve que prestar 70 pesos para los remedios. Me lo agradeció y prometió volver para darme lo que me correspondía (la plata, claro; de lo otro ya no tenía ilusiones). Demás está decir que nunca apareció.
En el verano, caminando por la San Martín de Mar del Plata, lo encontré haciendo una función callejera. Llegado el entreacto le dije: "dame lo que me debés o empiezo a gritar". "Mirá, ahora no tengo", me respondió. Ahí me enfurecí y le contesté: "bueno, entonces dame todo lo que tenés en la gorra" (treinta y pico de pesos) y mañana vengo por más". Cosa que nunca hice porque ya no hacía falta.
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3 comentarios:
Bien, muy bien. Se hizo justicia. No se puede dejar pagando a una mujer y menos de esa manera.
Si bien la mina estuvo un poco resentida el tipo flor de turro y muerto de hambre.
Jajaja, sublime.
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