Te abro la puerta

Un amigo me contaba el otro día, mientras degustábamos un buen asado rociado de vino tinto, que tener auto le permitía mostrar una serie de gestos de caballero que siempre habían causado buena impresión en las señoritas.

Se refería, claro está, a la acción de abrir primero la puerta de la dama antes que la propia; de exhibir un auto que, más allá del año y modelo, luciera pulcro. Y también aclaraba, entre otros detalles, que tenía mucho que ver la forma de conducir.

Como el almuerzo no era de a dos, otro de los amigos de la ronda aportó su punto de vista, teñido a esa altura del partido, de las influencias tintas. F. aclaró que esas ocasiones también servían para revelar la actitud de la dama. Y ejemplificó diciendo que las más "gauchitas", después de abrirles y cerrar su puerta, levantan el seguro de la puerta del conductor para que el hombre no tenga que abrirla desde afuera.

La teoría de F. cayó en forma inmediata por el piso cuendo J., sin contemplación alguna, le dijo: eso no existe cuando tenés un auto con cierre y apertura centralizados de puertas.

Una vez más, y a medida que avanza la tecnología, se pierden pequeños gestos y actitudes que antes formaban parte de guiños muy certeros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Ignatius: olvidemos ya mismo a J. Seguramente es un resentido a quien NUNCA una mujer le destrabó el seguro de la puerta del auto. Porque... ¿sabes? No es tan difícil advertir el gesto de la dama que, ignorando de qué tipo de automóvil se trata (en la oscuridad de la primera cita nocturna), lleve su mano hacia la deseada puerta, procurando ayudar a su (tal vez) tan esperado amor y (¡horror!) se tope con que, lamentablemente, nada puede hacer para ayudarlo. Pero O´Reilly, te aseguro que para entonces, F. ya habrá caido en los brazos de esa insigne dama que, al menos, lo intentó. Al fin y al cabo, siempre, siempre, siempre, hay que intentarlo. Para no hacerlo, nunca, nunca, nunca, hay excusa posible.