Me contaba el amigo E. una historia que una vez le contó su suegra. El relato trataba sobre un pariente de ella muy afecto a "los burros" y a "las yeguas".
Sobre el hombre -llamado C.- recaían diferentes sospechas de su mujer que lo imaginaban engañándola en diferentes ocasiones. Pero la mayor se presentaba cuando C. decía que iba al hipódromo con los muchachos.
Un día, la mujer lo siguió. Y de lejos advirtió que su marido se besaba cariñosamente con una rubia a la que le pasó el brazo para enfilar hacia el templo de los caballos veloces.
Ofendida, pero no sorprendida, la mujer lo esperó pacientemente en la puerta por la cual creía que iba a salir. Y así fue. El hombre apareció enroscado a la rubia.
La mujer lo paró y le dijo "C. ¿qué hacés?", a lo que el hombre rápidamente le respondió "disculpe señora, yo no soy C., usted me confunde".
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1 comentario:
Alguien me dijo una vez que cuando no querés decir algo, hay que negarlo a muerte, aunque te agarren con la manos en la masa.
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