Un príncipe y un pony

La misma amiga de "Me hice pasar por cabaretera" nos cuenta cómo su ex novio pretendió reconquistarla utilizando toda la cretividad disponible.

Av. Patricios y Suárez (barrio porteño de La Boca), viernes alrededor de las 9 de la noche. Talán, talín (suena el portero eléctrico)y L. sintoniza el canal de video que muestra la puerta de su edificio. Como la imagen no es muy nítida, se acerca a la pantalla y ve algo que se parece a un travesti tironeando de una correa que, en su extremo, arrastra a un caballito.

L. atiende por el portero eléctrico y el anteriormente considerado travesti le comenta que se trata de un príncipe que trae una poesía y un ramo de rosas de parte de D. La chica le dice que no baja de ninguna manera. El príncipe le insiste, la corre por el lado de "flaca, soy un laburante que me gano la vida de esto" y la convence.

Al llegar a la puerta se encuentra con un hombre muy mayor, con calzas azules ajustadas, chaqueta con brillantes y una ordinaria peluca rubia. Pero como si esto fuera poco, el tipo está acompañado por un pony mugroso y pachorriento.

A todo esto, la escena ya no era privada. Varios deliverys que habían concurrido por diferentes necesidades al edificio (de 72 departamentos, lo que se dice un palomar) funcionaban como espectadores de la comedia que culminó con el recitado del poema que había escrito D.

Lo peor, cuenta L., es que D. la llamó para preguntarle si le había gustado la sorpresa, le comentó cuánto había gastado y le confesó que había elegido al príncipe más viejo por temor a que ella pudiera enamorarse del emisario. Y a partir de allí no hablaron nunca más

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