Parado frente a una góndola de cervezas en el supermercado, miraba qué tipo y marca podía llevarme a casa. Mis dudas pasaban por nacionales e importadas, negras o rubias y, claro está, por el precio.
En eso llega un muchacho que también se pone a ver y, seguramente, a pensar en cosas similares. Y cuando él se encontraba en esta etapa, yo ya había comenzado a bajar un par de porroncitos al changuito.
Un par de minutos después una chica se detiene junto a nosotros y le dice al muchacho "gordo, dale, vamos". A lo que el muchacho le responde-implora "dejá que llevo un par, es un gustito". La sentencia de la fémina fue inmediata: "no vinimos al súper a buscar eso, dale, vamos".
El "gordo" (apelativo cariñoso que no se relacionaba con su aspecto físico) me miró, puso cara de "y bueno, qué otra me queda" y se fue detrás de su "amorcito", "bichi" o como la llame.
Debo admitir que durante la escena tuve que reprimir las ganas de decir "dejá que lleve un par; es un gustito, como dice él; mirá que por varias cositas como estas se comienza a pudrir más de una relación". Y bueno, eso paso hace varios años y ya no voy a ese supermercado. Vaya a saber uno cómo anda la parejita.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Hay algo que no deja de sorprenderme: las frases femeninas que mencionas son EXACTAS: "no vinimos al súper a buscar eso, dale, vamos". Geniales tus observaciones. Eso significa que "escuchas" bien a las mujeres.
Brillante, como siempre.
Siempre las escucho. Pero aclaro que me cuesta entenderlas.
Gracias por tu comentario.
Mi muy estimado Ignatius: Más allá de la exactitud de las palabras y actitudes femeninas que tanto elogió el amigo tortu, pensemos apenas unos pocos segundos: ¿y si el "el gogdo" (porque así suena en el barrio semitop del que hablamos) suele acumular porrones de cerveza en su heladera? (¿Porrones que no tienen demasiado desagote, of course) ¿Y si el gogdo, a su vez, reprime esas ganas locas de su gogda de comprarse la última crema antiage, bajo el turbia (y no siempre sincero modo "gogda, estás divina, no necesitas eso")? ¿Y si, finalmente, el gogdo disfruta (muy en el fondo) de esa especie de atención y cuidado que su gogda le dedica en esos minutos de intimidad cotidiana y casi chabacana se encierran en el ir al super de la mano? Después de todo, gogda bien podría ignorar olímpicamente a gogdo y buscar por allí, góndolas más allá, a alguien más onda... yogur Ser... Por eso, estimado Ignatius, ¿quién te asegura a vos que aquella mujer que dejara o dejase a nuestro bien querido gogdo hacer todo lo que quisiera o quisiese, o darse un gustito (cuanto más no fuera) sería la que EL (nuestro gogdo) realmente amara cual telenovela mexicana? Que te dejen darte gustos, O´Reilly, no es garantía de amores arrebatados, ni de químicas pasmosas, mucho menos aún de amores inolvidables. Justamente, tal vez, los inolvidables son esos amores que, de vez en cuando, te dicen "¿hace falta?". Y si mientras dicen dan un portazo en medio de la cara, más inolvidables y eternos aún.
Publicar un comentario